24.10.16

Esperanza

Mira a aquel que respira el oxígeno que ofrece la tierra y su magnífica estructura, míralo en su infinita estupidez. Pareciera que va oscureciendo a su paso toda posibilidad de ver la mano de Dios en nuestras vidas. Porque grita, entra a codazos, reitera sus frases hechas, recrea una vida de algoritmos y pantallas. Es un imbécil y no lo sabe. Se llena de orgullo de ignorancia, de la creencia oscura de que sabe todo lo que debe saberse. Se entrega a la conspiración contra él por ser un desposeído de todo.
Y tú debes pensar porqué. Porqué es que te entrenas en la serena y paciente disciplina de respirar para entender el sentido de la vida, porqué caminas por las calles para mover tu cuerpo en el mundo de otros que viven, porqué es que pareciera que todo es un misterio del que nada sabes, y en donde todo se ha de descubrir. Será porque el legado del amor no es una herencia del romanticismo, ni de la siutiquería criolla; sino la evidencia: La luz que ilumina hasta al más estúpido. O estúpida. La luz no tiene sombra.

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